miércoles, 11 de enero de 2012

LA AMANTE DESAPARECE

  “La hora había llegado a su fin. Ella estaría esperándolo a orillas del Aüerbach Fluss,  sobre el Grund Brücke. Aquel viejo y herrumbrado puente en donde había avistado sus rubios cabellos por primera vez. O así le había parecido a Johann, pues nada, nada en ese extraño mundo puede ser dado por sentado…”
Porque acaso- y esto nos preguntamos junto con Johann- ¿No es el hombre la real medida de todas las cosas? Así, el vino no resulta en sí mismo dulce, puesto que puede resultar agrio para otro… En verdad, el vino, este es un ejemplo clásico, es solo realmente dulce para Juan y realmente agrio para Pablo…
Pues, ¿no sería de otro modo paradojal que el mismo vino, sea dulce y amargo al mismo tiempo, y en el mismo lugar?
¡Desaparecería entonces, dejándonos solo el recuerdo, la marca vacía de sus átomos y de su sustancia…!
¡Oh, grande y bello es este discurso y grandes son sus consecuencias!
El lenguaje todo lo crea y no hay nada que se esconda a su ondular…
<Ondula como el trigo dorado ondula en la campiña y no cesa su movimiento solar>
No hay secreto paradigmático o sintagmático que no pueda revelar, ungir con su verdad sagrada, verdad discursiva y santológica…
…Volvamos pues al Gründ Brücke y a su paradojal contorno…

“Johann poseía un vago recuerdo de Hannah, una vaga reminiscencia que se desvanecía cada noche, cada vez que se despedía de ella- mejor dicho, de su imagen o fantasma, aquel que le permitía vivir- para volver a la soledad de su lecho, de sus sueños canosos, cornucopia de imágenes que incesantemente bombeaban hacia su mente, a través de venas fantasiosas; impresiones que parecía,  poseían vida propia <pues ostentaban el atributo, sin duda, del movimiento> y así, por efecto de su representación, su mimetología, atormentaban y deleitaban al pobre diablo de Johann, que no podía resistirse al mendigar de tan fantasmático espectáculo”.

¿Que misteriosa mano mueve estas imágenes sensorias? ¿Quién une, ata cristales lentos y otorga significado? Acaso procede de aquel órgano ancestral, ignorado por siglos, el de la phantasía?

Johann vivía- si podemos llamar vida a esta imagen de la imagen- en una pobre y derruida casa-hospedaje de su ciudad natal, Frankfurt.
La relación con Hannah se había perpetuado por años, aunque nunca había siquiera rozado alguno de sus cabellos.
A pesar de ese peculiar detalle, ellos se profesaban un profundo amor- Hannah le había jurado y perjurado que nunca había habido otro hombre en su vida…
Sea como fuere, su amor era- por lo menos endoxalmente para Johann, pues recuerden que no hay que confiar en nada que pretenda, aunque levemente, ostentar sustancia- era, decía, de esta manera, único, etéreo, insustancial… garantía del no-ser, grado cero de lo otro, neutro existencial…! 




 

Empero, la verdad era que el resistirse al cuerpo, a la materia, le provocaba gran placer, un goce que maquinalmente se sublimaba hacia lo imaginario y semi-físico…

“Al voltear el rostro, rostro paciente, para verla por última vez, Johann es testigo <es decir,  mártir, en la derivación griega> de un indecible horror, pues su amada Hannah, o lo que el entendía como Hannah, conjunto de percepciones, de datos sensorios producto de movimientos lentos, los cuales la mente de nuestro querido protagonista había amalgamado, entilizado en figura de carne y hueso, modelo, paradigma del deseo reprimido…”

Según el monismo neutro, las únicas cosas que tienen existencia separada son los eventos de percepción, es decir que para el  monismo no hay pensar, no hay mente percipiente, sólo la colección de todos estos procesos, no hay distinción entre el sujeto percipiente y objeto percibido, cosa que si sucede en una posición dualista…
¿Es entonces el hombre- invirtiendo a Sócrates- amalgama, crisol de apercepciones, simulacro del imago, Caballo de Troya?
… ¿Y así Troyano  y Equinoide, un fluir hombre un devenir de carne y sangre…?
Colección de intestinos fantasmáticos donde la realidad se va digiriendo…
No, el hombre es mucho más por supuesto…

Pero la insalvable consecuencia de esto, es que, si los participantes percipientes son procesos, fluires en devenir, luego, estos solamente existirían durante el momento del acto de percepción, para después esfumarse en espiralados vortex de humo…
Entonces… ¿Cuál es la sustancia me pregunto de los personajes cual la sustancia del escribir…?

“Decíamos pues que Hannah, ¿conjunto de cualidades opuestas? ¡Comienza lentamente a desvanecerse ante sus extrañados ojos…!
  Sus delicadas manos ya no eran, y sus pies se descomponían brumosamente, sobre el metálico y frío corredor del Gründ.
  Cuando ya el último átomo de su amada había emprendido su camino hacia quien sabe que Underworld atómico, qué mitología de la frustración amorosa, nuestro protagonista,
Con no sé qué reacción física < desde mi perspectiva me era imposible columbrar su rostro> emprende su regreso”.

¿A dónde…?
Tal vez… a alguna metáfora imposible que haga posible la vida:
Al hombre le urge, por naturaleza, encontrar ese suelo vehicular, ese más allá del sentido, para poder inteligibilizar la realidad…
La metáfora, la imagen, el éidolon, se presenta como el único orden posible, única ráfaga de aire que alimenta al ser… que influye vida y anima…
Verdadero neuma del vivir…
Del ser libre…
Metaforizar… imaginar… alucinar… tal vez esa sea la única manera…
Del ser a secas…
Tal vez, tal vez…
Solamente ser.


Epílogo

¿Cuántas Hannahs existen? Pues si cada una percibida es distinta, por ser puro devenir, puro río perceptivo, ¿Cómo entonces otorgamos identidad quien me dice que es la misma mujer?
El río del devenir no nos permite fijar la imagen, el cambio lo único inmutable…
¿Cómo amar…? ¿Cómo hacer posible el amor?
Cuando el amor no puede posarse, la rama es siempre vacía… apenas un recuerdo irremediable…
Luego, amar es memoria…
  Y la memoria… es todo lo que nos queda.

M.A.